Rubén Valle


(Mendoza, Argentina, 1966).  Periodista y escritor. Ha publicado los libros de poemas Museo Flúo (1996), Los peligros del agua bendita (1998), Jirafas sostienen el cielo (2003), Placebos (2004), Tupé (2010), Grietas para huir (2012) y Lo negro de la nieve & otros poemas así (2018). Integra las antologías de poesía Promiscuos & Promisorios, La ruptura del silencio, Martes literarios y Poesía en Tierra (Centro Cultural de España en Buenos Aires). Como narrador participó de Mitos y leyendas cuyanos (1998), editado por Alfaguara, de la antología de textos para niños Ellos, los otros & nosotros (2003) y de La mirada del cóndor (2017), entre otras. En 2013 publicó en la editorial Ebook Argentino su libro de relatos y microrrelatos Desperté en el bosque después de haber soñado un bosque. En 2015, por la misma vía, editó La medida de lo posible. En dos oportunidades obtuvo el Primer Premio Certamen Literario Vendimia en la categoría poesía, organizado por el Ministerio de Cultura de la provincia de Mendoza. En el 2007 ganó el primer premio del concurso Ciudad de Mendoza. Ha trabajado en varios medios de su provincia (Radio Nacional, Emisora del Sol, Diario UNO, Los Andes, MDZ online, entre otros).


Lo negro de la nieve


El azar te juega sucio
Los horóscopos deciden
por vos sin vos
La única teoría de las probabilidades
es improbable que pueda aplicarse
                 a tu cuadro de situación
Una bruja bien podría leerte
la mano nunca el corazón
En la borra del café
no sería extraño hallar pistas
de las mujeres que perdiste
                      y te perdieron
El olvido es un ejercicio vano
Insobornable como ese detective ciego
que por las noches te encuentra sin buscar
y te dice: sólo los espejos pueden mirarse a sí mismos
No les preguntes ni a ellos ni a la intemperie

Ninguno te revelará lo negro de la nieve

(De Lo negro de la nieve & otros poemas así)



Goles perdidos


La campana de la iglesia
no me llama a mí (tampoco a vos)
Tañe como el grito de los inocentes
o esos goles perdidos
que se suicidan un domingo cualquiera
Briosa sacude su heavy metal   
en mañaneras balas de fogueo
para que esos feligreses de reparto
irrumpan adormecidos en el set 
y pongan el pecho a lo que venga
En su casita robada dios es un cantante de moda
que mal que le pese mañana pasará al olvido
como el hit de Judas & sus tres veces
Pero en el mientras tanto el jorobado
–servil dee jay de la campana–
no deja de lanzar hostias sonoras
como anzuelos oxidados
a esos peces boquiabiertos que nunca
                               aprenderán el truco
Y así morirán: como una cruz

pendiendo eternamente del aire.


(De La guitarra de Kafka)

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